25.9.10
14.9.10
Mercado Velez Sarfield de Floresta
Caminando por los pasillos de este lugar se siente un poco de todo. Por un lado ese olor carácterístico mezcla de verduras, frutas, carnes, pescados, lavandina, trapo húmedo y orín de gato que te recibe en la entrada. También ví que los que allí trabajan, pareciera que están desde siempre porque su vida está en ese puesto; las fotos de sus familias, el escudo de sus equipos y la radio que nunca falta en este tipo de realidades. Vi también como la gente se asusta cuando ve una cámara porque piensa que de alguna manera u otra te estás entrometiendo en el curso normal de su rutina diaria. Sentí en un principio como los comerciantes me miraban con desconfianza hasta que se dieron cuenta que yo no era ningun inspector del gobierno o periodista a la caza de alguna nota decididamente tergiversada. Es cierto que la carne por ejemplo está muchas veces sobre el mármol, fuera de la heladera, pero así a sido siempre aquí y por suerte nadie a muerto o enfermado a causa de esta costumbre ya que si en algo se caracterízan estos comerciantes es en cuidar a sus clientes. Además nadie se queja y da la impresión que los que compran allí saben que están comprando calidad, porque conocen desde hace años a su proveedor y él los conoce a ellos.
Al rato la cosa se relajo cuando uno de ellos me preguntó para qué eran las fotos y le expliqué que era por simple curiosidad en mi búsqueda personal, ahí fué que me contó que a veces venía gente a sacar fotos para después armar algún problema... en fin, a los 5 minutos hasta el verdulero hacía bromas del tipo de "se te va a romper la cámara si le sacas una foto a ese..." refiriéndose al carnicero amigo y cosas de ese estilo que siempre las escucho pero igualemente nunca me dejan de hacer reir. Cuestión que sentí finalmente que ese lugar debería conocerlo toda persona que viva al menos cerca, porque allí se charla, se conoce, se pide y se entrega mucho más que lo que se puede llegar a dar en alguna cadena de supermercados. Me dió tristeza por otra parte ver la cantidad de puestos cerrados, algunos abandonados y otros en alquiler... sentí que ese lugar debería ser mucho más de lo que es actualmente y que cambiarlo no es imposible, solo debemos recuperar los valores de nuestros abuelos en los cuales la confianza pesaba más que cualquier oferta y la palabra cotizaba muchísimo mejor que todas las monedas extranjeras juntas.
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